Asco.
Siento un profundo asco.
No es malo.
Mientras estés conforme con el objeto de tanto asco.
Te imaginas sentir amor por el niñato que quemaba
vagabundos?
Lo ves salir del cajero. Mecha en mano, sonriendo. Te mira y
sonríes también. Chas! Un flechazo. ¿Cómo podrías vivir con
eso? Con asco, ¿no?
Asco.
Pues eso.
Hay muestras de asco bellísimas, igual que de odio.
Bellísimas.
Porque la belleza se pudre, como el cabrales. Cuando la miras.
Aquí más.
Por eso aquí no se mira nadie. Al menos de frente. Cuando te
das la vuelta, sí. Sientes los ojos de los cobardes. Pero eso no
cuenta.
Por eso hay que irse.
A Shangái, a Casablanca.
A mí qué más me da.
Cien millones de muertos.
Tres millones de judíos.
Ya todo se reduce a números.
Por eso dominan el mundo los economistas, ¿no? Algo tendrá
que ver con eso.
Yo no sé mucho, pero algo sé. De vez en cuando leo un libro.
Se llamaba Aylan.
Pues vale, a mí qué.
Tenía cinco años.
Joder.
Cinco?
Números.
Cien millones.
¿Con qué vas a compensar eso?
¿Con hacer una obra más o menos buena?
Con echarle ovarios.
Diez mujeres asesinadas por sus parejas en 2017.
Mes y medio (no llega).
Aquí.
¿Con qué vas a compensar eso?
Esto es una puta fortaleza y quiénes están encerrados, ¿los de
dentro o los de fuera?
Que vengan.
Vallas, muros de ladrillo, alambradas de espino, casas
tapiadas… Perros guardianes.
Un bar que cambia de nombre.
¿Cuántas veces has dicho?
Puedo enseñarte las cicatrices.
¿Cuántas?
Europa es una ramera y Le Pen va a ser su chulo.
Amanecer Dorado.
Parece el nombre de una residencia de ancianos.
La vieja Europa ya tiene habitación, se lo ha currado.
Amanecer Dorado.
Parece el nombre de una agencia de viajes.
Billetes de ida.
En stock.
A cualquier parte, ¿a mí qué más me da?
A Shangái. A Casablanca. A Murcia.
¿En Murcia hay teatros?
Cien millones.
¿Cuántos?
Sólo en este continente. Del resto no hablo.
No contamos el último año.
No contamos nuestros mares.
Los mares también están raídos. También son putas, bares,
cementerios de coches abandonados.
De cadáveres abandonados.
Eso también aquí.
También aquí somos desmemoriados.
¿Dónde está Lorca?
¿Quién?
Se llamaba Lorca, lo mataron.
Pues vale, a mí qué.
¿Con qué vas a compensar eso?
Haciendo la mejor función del mundo.
¿Una?
Haciendo la mejor función del mundo cien millones de veces.
En Murcia, en Surabaya, a mí qué más me da.
Aprendiendo a tocar el violín.
¿Uno?
Aprendiendo violín en tres, en dos, en un día.
Aprendiendo a tocar un violín Steiner de 1692.
Un violín de trescientos veinticinco años en un día.
¿Cuántos?
Con el Stradivarius haremos astillas.
Una vía, una topera, un paso, una balsa de madera para que se
evacúe África.
Aquí.
En el Titanic tocaban violines.
Aquí no.
En nuestro barco se oirán los violines crujiendo y restallando
por el peso de las pisadas.
A cachos.
En la topera, en la vía, en el paso. En la balsa donde se evacúa
África.
Camino de la gran Fortaleza.
Cagándose y meándose encima.
Durante semanas.
¿Cuántas?
Al otro lado de la muralla se oyen cosas.
Muros de ladrillo, alambradas de espino y perros guardianes.
Se oye a Mozart, a Schubert, a Beethoven.
Se oye a Aylan, a Jamal, a Fatma.
En la puta inmensidad del Mediterráneo se oyen los violines
Stradivarius a las 3 de la mañana.
Pero nadie los toca.
Aquí crujen.
Las vías son balsas y las estaciones son CIEs.
Centros de Internamiento para Extranjeros.
Números.
Centros de Internamiento para Europeos.
Fortalezas.
Cada vez más pequeñas.
Fortalezas mustias.
Cuerpos mustios.
Residencias Amanecer Dorado.
Las residencias mejor fortificadas del mundo.
Herméticos vagones para ganado.
Que vengan.
Naciones en combate.
Hemos fracasado.
Un tiempo desquiciado.
¿Desde cuándo?
El cuerpo y el corazón.
África y Europa.
El uno contra el otro.
Microsoft va a crackear el código genético.
¿No lo sabías?
Cra-qué…
El código genético de las células cancerígenas.
Primero las crackean y luego las reprograman.
Viviremos muchos años.
¿Cuántos?
Todos los que queramos.
¿Cien mil millones?
Ya no hay límites.
Si no hay límites en cuanto al cuerpo, ¿qué otros límites hay?
Qué asco.
Exacto.
Qué asco de vida.
Eso dice la prostituta que vive debajo de mi casa.
No lleva encajes.
Lleva chándal.
Está sentada todo el rato, es tremendamente gorda.
Necesita un cuerpo nuevo.
El estuche.
Todo el kit de bricolaje.
Necesita un hombre nuevo.
Si vive para verlo.
Por eso dice lo que dice.
El público se acojona.
No por la puta.
Por los números.
A ella ni la miran cuando dice lo que dice.
Qué asco.
Por ella no te dan subvención.
Necesita que la reprogramen.
No puede estar y que ellos la miren.
No puede irse y que ellos lo sepan.
Entonces…
A mí qué.
Tiene 70 años.
¿Cuántos?
Seguro que tiene muchos menos.
Pero cumple 70 años cada año de su puta vida.
Hay perspectivas mejores.
Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida.
Esos son los imprescindibles.
Bertolt Brecht.
¿Quién?
Eugen Berthold Friedrich Brecht.
No puedo luchar más.
Eso lo escribió Virginia Woolf.
A su marido.
No creo que dos personas pudieran haber sido más felices.
Eso también.
En su carta de suicidio.
¿Cuántas?
Una carta.
Dos personas.
¿Eso es todo?
Aquí están las cartas.
Con nombres y apellidos.
Virginia y Leonard.
A algunos los salvé.
Números.
El amor da siempre más de lo que pide.
Leed las cartas.
Me esperaba algo más.
Siempre.
El público se acojona.
No por la obra.
La obra es muy Centroeuropea.
El mar es muy Mediterráneo.
Los cementerios son bonitos.
Nuestra arquitectura no es del todo fea.
Los mares son cementerios.
No vengas tú con esperanza a Schopenhauer.
Vámonos.
Errad.
Es lo que más voy a echar de menos.
¿El qué?
Todo.
¿Y ahora?
La mejor función del mundo.
Siempre.
Nuestra función.
Qué asco.
Gracias.
Daniel Heras. Memoria de la obra "Fortaleza Europa. Cantar de los cantares de la fragmentación", de Tom Lanoye. Representada en la sala Valle-Inclán de la RESAD, Madrid, 2017.