La grasa del cordero dominical cruje.
La grasa cruje
sacrificando su opacidad...
Una ventana, oro santo.
El fuego la hace inapreciable,
el mismo fuego
funde a los herejes sebosos,
afuera los judíos.
Sus densos palios flotan
sobre la cicatriz de Polonia, Alemania
quemada sin remedio.
No mueren.
Aves verdes me obsesionan:
ceniza de bocas, de ojos
ceniza. Pósanse. En el alto
precipicio
que vació a un hombre espacio adentro
los hornos caen como cielos, incandescentes.
Es un corazón
este holocausto en que me adentro
Oh niño dorado el mundo mata y come.
Sylvia Plath. ANTOLOGÍA. Colección Visor de Poesía.
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