lunes, 20 de septiembre de 2010

LA CANCIÓN DE MARÍA. Sylvia Plath.






La grasa del cordero dominical cruje.


La grasa cruje


sacrificando su opacidad...




Una ventana, oro santo.


El fuego la hace inapreciable,


el mismo fuego




funde a los herejes sebosos,


afuera los judíos.


Sus densos palios flotan




sobre la cicatriz de Polonia, Alemania


quemada sin remedio.


No mueren.




Aves verdes me obsesionan:


ceniza de bocas, de ojos


ceniza. Pósanse. En el alto




precipicio


que vació a un hombre espacio adentro


los hornos caen como cielos, incandescentes.




Es un corazón


este holocausto en que me adentro


Oh niño dorado el mundo mata y come.






Sylvia Plath. ANTOLOGÍA. Colección Visor de Poesía.


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