No
conozco personalmente a Jorge Heras. Apenas sé nada de él: que firma a menudo
con el pseudónimo de Baptiste Bleu (evocando a Louis Aragon y su Aniceto o el panorama. Novela); que
tiene un estilo muy personal, híbrido de diversas tendencias y estéticas, pero
intenso y reconocible; que le han editado en la red un poemario titulado
Apología de la Muñeca
de Bellmer (Groenlandia, 2010); y que gestiona un blog llamado Je est un
autre, donde sube regularmente sus textos. Eso es todo cuanto sé de él a
día de hoy y, sin embargo he aceptado su invitación a escribir este prólogo,
porque sinceramente creo que la ocasión lo merece: 15 Imágenes de Joanna en
Varsovia (como todo lo que he leído hasta ahora suyo) es un poemario
inclasificable y atípico, fascinante y magnético y, de algún modo, no tengo
reparo en decirlo, tocado por el talento y la gracia.
En
cualquier caso, lo cierto es que hay poéticas sobre las que es fácil escribir y
otras sobre las que no, y la de Jorge Heras, no me cabe duda, pertenece a estas
últimas. Sus poemas son densos y ambiguos, a menudo delirantes, caóticos e
imprevisibles, llenos de imágenes y de matices y susceptibles de ser leídos e
interpretados de diversas maneras. Aunque lejos del hermetismo y la frialdad de
la poesía pura, del distanciamiento y la abstracción que la caracteriza, hay
algo tremendamente cercano y cálido en ellos, nostálgico y coloquial, y eso, a mi
juicio, es lo que los hace especiales.
En primer
lugar, la banda sonora que los acompaña: Bob Dylan (y su Visions of Johanna, que parece inspirar el título del libro),
Leonard Cohen y Nacho Vegas, a los que el autor cita expresamente al comienzo y
cuya presencia y acordes flotan cadenciosamente a lo largo de todo el poemario,
confiriéndole un aire pop que contrasta con la profundidad de los poemas.
También
la temática de fondo que abordan, el amor visceral y arrebatado, tan universal
como la propia poesía, aunque desarrollado aquí con una voz muy poco
convencional, como comprobará el lector nada más leer los primeros versos del
libro.
Y
finalmente la efervescencia casi lisérgica con la que están escritos, un
discurso psicodélico, exuberante y febril, que destila optimismo y vitalidad
por los cuatro costados, pura celebración del presente.
Todo ello
sin menoscabo del ritmo y la musicalidad, importantísimos en este poemario, que
son la piedra angular sobre la que se sustentan sus versos, más allá (mucho
más) del significado que aparentemente transmiten, sumiéndonos en una especie
de trance hipnótico y revelador.
El libro,
estructurado en quince capítulos (imágenes), rememora un viaje iniciático del
autor y su compañera, Joanna, a Varsovia. Tomando como punto de partida algunas
fotografías del mismo, Jorge Heras despliega todo un arsenal de recuerdos y
citas, de emociones e imágenes que giran como sombras chinescas frente a los
ojos del lector, precipitándole a una especie de realidad aparte (que diría el maestro Castaneda) o universo
paralelo, caleidoscópico y distorsionado, como reflejado en un espejo hecho
añicos.
Universo
o realidad, la de este libro, que al menos a mí me recuerda mucho a la de un
(buen) viaje de LSD, intuitiva, caótica, imprevisible y deliciosamente
marciana.
Cada
lector, en cualquier caso (y esto es lo que engrandece a la poesía), extraerá
de este poemario un mensaje distinto, ya que hay en él muchos niveles y capas
temáticas superpuestas, pero lo que está claro es que a nadie le dejarán
indiferente las asociaciones poéticas y el lenguaje utilizado, gaseoso y
enfebrecido, sorprendente y alucinado, como llegado de otro planeta, y el ritmo
hipnótico con el que están engarzados los versos.
Las citas
de Leopoldo María Panero (omnipresente en todo el poemario), las imágenes
vaporosas de Varsovia, los fantasmas de los nazis, los hoteles, la nieve y el
frío, el eco de los surrealistas, la nicotina, las canciones de Dylan y, muy en
especial, la presencia tutelar de Joanna, sobre la que gira todo el discurso
del libro (y sus muchas digresiones), son el contrapunto musical que armoniza
esta peculiar sinfonía que Jorge Heras ha compuesto para nuestro personal
disfrute.
Aunque,
vuelvo a decirlo, 15 Imágenes de Joanna
en Varsovia es un poemario para
ser leído, más que declamado o analizado, porque su encanto reside en la
sonoridad y luz interior de los versos, en las asociaciones mentales que evocan
sus palabras y en esa peculiar mixtura de cultura pop(ular) y vanguardia, de
música y filosofía (no en vano se cita a Hegel y Schlegel, entre otros), que
resulta de lo más refrescante e innovadora.
Personalmente
tengo la sensación, cuando lo releo, de estar escuchando un LP de 15 canciones
con un hilo conductor común, Joanna, que me tocan fibras ocultas al fondo del
corazón y me transportan a luminosas realidades paralelas.
Ahora les
toca escucharlo a ustedes.
Sintonícenlo
en sus aparatos y disfruten la experiencia.
Vicente
Muñoz Álvarez, Junio de 2012.
Prólogo de "15 Imágenes de Joanna en Varsovia". Ediciones La Baragaña, 2013.