Me quema la unción
extrema de zumo de lentejas
Sobre el mármol de
la planta de mis pies
Ruidos
ensordecedores calumnian un hilo de corbata por colorear
Es manta para voces
fantasmales
Una cigarra sin
nadie a quien fermentar
Con sus acuosas
perforaciones
El pigmento de tu
vientre tiene hélices
Donde antes sólo
existían los simios que beben café
La maqueta de tu
risa
Se adentra por los
ojos de todas las butacas
Como si fuesen
mujeres comprando pescado
Es una enorme mano
agujereada por trompetas
Los animales son
blandos
El tranvía de noche
inflama la rodilla del vagabundo
Las cosas no son
más maniquí que un enfermo de sida
Son así
Instrumentación
militar para leer cuentos detrás de una señal de tráfico
A una vieja
trapecista retirada tras enviudar de repente a los diez años
Soy tu marido
Puedes contarme
cualquier cosa
Espera encenderé un
cigarrillo y ya está
¡Dispara!
¡Escúpelo todo!
No temo a la noria
Sólo si me apunta a
la sien con su pescado crudo
Pero en fin todo el
mundo
Todo
Siente alguna vez
cómo sus tobillos se desploman
Y cómo lo
desayunado aguarda al séptimo tiburón en el Metro.
Cuando se te desplomen los tobillos en qué muñones aposentarás la gravedad. Siempre podemos inmolarnos con un harakiri de pez espada!
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