Veo un bosque y algo más vivo dentro.
Por otra parte, la casa de campo, de estar viva lo está por la
continua agresividad de lo que tiene afuera: incesantemente es co-
mida por los elementos, se diría que la propia tierra la devora. El
árbol es devorado por la naturaleza, y no importa, todo él regresa
de algún modo a una red de causas y efectos que lo restituye: un
árbol es un objeto en cierto modo elástico, recupera su forma ori-
ginal, no aumenta la entropía del Universo. Pero la casa de campo,
primero será pulida, luego lijada, más tarde bombardeada y final-
mente derruida por el viento, el sol y la lluvia, y jamás volverá a ser
casa, e incrementa así el desorden del Universo. En suma: la carne
es una fábrica de carne, la madera es una fábrica de madera, pero la
casa de campo es una fábrica de entropía. Algo no menos cierto:
también el perfume de las flores en realidad es el proceso de putre-
facción de sus pétalos. (Fósiles blandos, 2)
Agustín Fernández Mallo. Ya nadie se llamará como yo + Poesía reunida (1998-2012). Seix Barral, 2015.
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