jueves, 19 de agosto de 2010

Aquella tarde su mirada tenía manos que palparon la mía.

Ni los peces con sus bigotes rozando el techo de mis pies

Eyacularon viejos fabricando bicicletas

La tarde me amputaba las manos

Esas manos mías que balbuciendo ayer susurraban penachos de gallina en tu vientre

Ni los ornamentos florales olían tan bien

Cada piano chorreaba langostas que derretidas

Penetraban en la rueda amorfa del excremento

Que una vez sitiado

Explotó esparciendo su radio y la comisura de su boda

A lo largo de los huesos del mar

La tarde sentía el impacto del jefe

Contra el picor de un desfile.

Inacabado.


Del poemario inédito "Diario de un adolescente de pelo raro".

1 comentario:

  1. "No he aprendido a sufrir, toda severidad es inhumana"
    Juan Carlos Mestre

    Luz de un quinquet
    9 pintas, 29 latidos, Gillespie,
    madrugada, ganas de hablar.
    La generación del 77 íbamos a cambiar el mundo en el fututo
    pero los electrodomésticos siguen funcionando en el 2007,
    como siempre…
    Me pregunto:
    Por qué un intermitente puede llevarme a la lágrima, de vasta emoción, por qué siento que me responde, cuando se ilumina su automática luz naranja, y que no estoy solo, que somos dos, objetos comunicándose, que la máquina pretende mi atención, sabiendo antes de que se ilumine sin embargo apenas un segundo antes que así será…
    No lo entiendo:
    Por qué ladra el borracho a los coches que pasan a su lado.
    Es de noche.
    Hace frío.
    Mientras, la gente ahí afuera insiste, empujando sus pesadas rocas, hacia la pirámide.
    En las paredes de mi casa se pudre la luz de ayer por la mañana.
    Y yo sigo de pie junto a la ventana, sin tomar ninguna decisión.
    Podría quedarme a vivir dentro de esta canción.
    A night in Tunisia.
    Pienso que:
    La oportunidad debe ir acompañada de destreza…
    Todos los muebles de casa me observan con rostro de preocupación.
    No quiero pensar,
    para no atraer su atención, con el ruido de mi cabeza.
    Un automóvil ha atropellado al borracho, se apagó el ruido y la furia.
    Está muerto, pero no siento lástima.
    Tampoco sé qué significa eso realmente, si es salvaje, inhumano o inmoral,
    pero es cierto.
    Y mientras, la gente ahí afuera no deja de insistir, empujando sus rocas.
    Me pregunto:
    Debe haber algún motivo por el que todo haya adquirido esta forma,
    esta forma de costumbre, en que amanece como una herida sin importancia.
    Ya no recuerdo qué clase de paciencia me trajo a este lugar...

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