El hombre se llevaba las manos al corazón mientras bailaba.
Daba vueltas, ligero, relajado.
Se desdibujaron las puertas
de la pequeña ciudad. Algo
se filtró,
reanimando los marcos,
haciendo menos verdadera
cada entrada.
Y comenzó a oscurecer
aunque no cae... Y el pequeño baile,
balanceando a este humano a lo largo de la calleja,
breve tema nervioso pulsando hacia delante,
trenzándose, ensayando,
constantemente incompleto, girando por ello, hilvanando -pero
¿qué es lo que urge terminar?- sus ropas cada vez más rústicas en el
remolino rojizo,
que se oscurece, por supuesto, hacia el final de la avenida,
una mano en su pecho,
la otra colgando a un lado mientras baila, canta, zapatea,
con sus pies, tarareando un poco,
cerrando los ojos mientras da vueltas, alejándose,
¿por qué sale el sol? Recuérdame siempre, cariño, algún día
volveré-
la libertad dejando su rastro en el aire de la tarde,
aire que abre las lilas, que levanta las faldas,
la libertad y el ojo ensangrentado escorándose suavemente hacia la
tierra gigante,
y el gato en el umbral que no equivoca el mundo,
vigilando los puntos donde habrán de posarse los pájaros.
Jorie Graham. LA ERRANCIA. DVD Ediciones, 2007.
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