Asoma la cabeza el pajarraco,
hace polvo los cristales
y se posa en la mesilla.
Te pide como siempre servidumbre
y tú, que temes perder todo
si no ofreces algo que lo calme hasta mañana,
le entregas tu parné, tus venas,
tus sostenes y a cambio deja en ti
todos sus huevos, el frío de una piedra
al despedirse.
Violeta C. Rangel. La posesión del humo. Ediciones Hiperión, 1997.
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