miércoles, 29 de junio de 2011

California o los árboles incendiados


Los soldados con los puños infinitamente entornados

Cabalgan hacia el norte de la medusa

Tan arraigados a la torpeza infante de mis huesos

Me conforma el cristal roto de espejo

Tan ofuscado con todas esas plumas

Su letanía igual a la mía

Moribundo soy bajo el pino

El pino abriga pero da miedo como el monstruo del armario

No hay más playas en tus senos

En tus senos dulces como melocotones

Tu playa se la tragó el mar

Su silueta de mercado

Apenas revienta aparecen los viejos de la Tierra

A tirar sus capirotes con su pus

Y su virulento tapizado negro

Esos ancianos que dormían en casas de quinqués encendidos

Esos veteranos del dolor que mantenían relaciones sexuales con sus esposas muertas

Momificadas

El cristal de sus gafas está roto

Más roto aún que mis piernas

Y luces de Pub

Mi playa en la retina del pescado capturado

Un jardín de señales de tráfico

Mi rostro extenuado de mirarte

Y mi alma de quererte

Y mi cuerpo de desearte

¡No me das tregua Maldita!

Vivo en este jardín de señales de tráfico

Jardín sin fin

Nunca he entrado ni salido

A veces imagino que tú también eres una señal de tráfico

Pero me entristece pensar que sin duda serías la de Prohibido el paso

Todo lo que me rodea son señales de tráfico

Y quince años después todo será anacrónico

Y yo estaré de más

Con mi corbata pasada de moda

Y mi peinado con forma de señal de tráfico.

Inacabado.


Del poemario inédito "Diario de un adolescente de pelo raro".

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