El templo sepultado divulga por la boca
sepulcral de cloaca que babea cieno y rubíes
abominablemente algún idolo Anubis
todo el hocico en llama como un ladrillo huraño
donde el gas reciente tuerza la mecha equívoca
que limpia, ya se sabe, de oprobios parecidos
él alumbra, macilento, un pubis inmortal
cuyo vuelo según el reverbero se levanta
qué follaje reseco en las ciudades sin noche
votiva podrá bendecir como ella sentarse de nuevo
contra el mármol vanamente de Baudelaire
al velo que la ciñe ausente con estremecimientos
ella su Sombra misma un veneno tutelar
que siempre respirará si a causa de él perecemos.
Stéphane Mallarmé. Poesía completa. EDICIONES 29, 2001.
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