Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la
única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo,
que os destroza los hombros doblegándoos hacia el suelo,
debéis embriagaros sin cesar.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os
plazca. Pero embriagaos.
Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un pala-
cio, tumbados sobre la verde hierba de una cuneta o en la
lóbrega soledad de vuestro cuarto, menguada o disipada ya
la embriaguez, preguntadle al viento, a la ola, a la estrella, al
pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a
todo lo que rueda, canta o habla, preguntad qué hora es; y
el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj os contestarán:
"¡Es hora de embriagarse!" Para no ser los esclavos martiri-
zados del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin cesar! De
vino, de poesía o de virtud, como os plazca.
Charles Baudelaire. Spleen de París. VISOR LIBROS, 1998.