Si yo tuviera en la cabeza todo el heno que he cortado
que he cortado como cuatro
tendría una cabellera de aurora y mantequilla fresca
pero el heno cortado se va al río
como la pluma al viento
El heno sube y baja
sin saber a dónde va
y los barcos que lo persiguen no lo atrapan jamás
pues el heno cortado tiene alas
alas que lo llevan no importa dónde
a los palacios y a las prisiones
a la boca de los monjes
a la oreja de los sordos
al cuello de los condenados a muerte
a las tumbas ilustres
y a los teatros subvencionados
Benjamín Péret. El Gran Juego. VISOR, 1980.
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